La herencia que me atreví a romper
Hay cosas que se heredan sin testamento: los silencios, los miedos, las formas de amar a medias. Este texto es un intento de entender esa herencia invisible y el proceso de animarme a soltarla.
Crecí en una familia donde no se hablaba de lo que dolía. Donde los "te quiero" eran gestos, nunca palabras, y donde llorar frente a otro era casi una falta de respeto. Había una regla no escrita: sentir, sí, pero en silencio. Como si ponerle voz al dolor fuera a hacerlo más real.
Mis padres, mis abuelos, incluso mis hermanos… todos cargaban con historias que no contaban. Y yo crecí creyendo que eso era lo normal. Que guardarse las lágrimas era una forma de fortaleza, que no mostrar enojo era sinónimo de madurez, que callarse era amar en paz.
Pero algo en mí empezó a romperse. Pequeñas fisuras internas que no se veían por fuera. Me sentía ajena, incomprendida, y muchas veces culpable por sentir tanto. Hasta que un día, por esas cosas de la vida, me animé a hablar. No fue un discurso valiente, fue apenas una frase: "me duele esto, y no sé cómo seguir". Nadie supo qué decirme. Y entendí, con tristeza, que nunca aprendieron cómo escuchar.
Ese día decidí empezar a sanar.
No fue inmediato. Me llevó tiempo desaprender todo lo que creía normal: ignorar mis emociones, justificar lo injustificable, hacerme pequeña para encajar. Fui a terapia, escribí diarios, me alejé por momentos, volví con nuevas miradas. Entendí que mi familia no es mala, solo está herida. Que transmitieron lo que sabían, aunque no siempre fuera lo mejor. Y lo más importante: entendí que no podía obligarlos a cambiar, pero sí podía elegir sanar yo.
Hoy no todo es perfecto. Todavía hay silencios incómodos en algunas cenas, todavía me guardo algunas verdades por miedo al rechazo. Pero ya no me duelen igual. Porque ahora sé quién soy, qué merezco y qué no quiero repetir.
Y en medio de todo eso, con amor, distancia y paciencia… algo en mí se ablandó. Porque sí… El tiempo lo cura todo. Pero hay que tener el coraje de quedarse, mientras duele, para verlo sanar. No todas las heridas sangran. Algunas se esconden, se tapan, se callan. ¿Puede el tiempo con ellas? ¿O somos nosotras las que decidimos cuándo empieza la verdadera cura?. El tiempo pasa. Pero sanar… es otra cosa.
Imagen de Pinterest.
Gracias por llegar hasta acá y leerme. Deseo que sanes todo aquello que pasas en silencio, te mando un abrazo grande. 🤍
Me pasó algo parecido, durante gran parte de mi vida, mi familia me puso la etiqueta de ser una persona “enojona”. Crecí creyendo que eso era cierto, que esa era mi forma de ser, como me habían dicho mis papás.
Pero hoy me doy cuenta de que no.
Las personas pueden cambiar, sanar, crecer.
Y que una etiqueta no define quién eres.
No somos lo que otros decidieron que éramos.
Somos lo que elegimos construir de nosotros mismos.
Te mando un abrazo 🫶
Esto que cuentas es un rayo de esperanza para mí, mi familia es como describes a la tuya, y honestamente aún no logro librarme completamente de eso, pero espero poder hacerlo.
Escribes hermoso 💗